Junio 9, 2009
Atrás empiezan a quedar meses de trabajo duro para recoger miles de firmas, para elaborar un programa, para diseñar una campaña electoral y llevarla a cabo. Hoy, 8 de junio, estamos un poco más lejos del inicio del viaje que nos llevó a hacer docenas de actos en todos los rincones del estado, a hablar con cientos de personas sobre la necesidad de una nueva izquierda, a obtener 25.000 votos en las primeras elecciones a las que nos presentamos, a darlo todo para estar a la altura.
Y no puedo evitar sentir cierta nostalgia por la ilusión compartida, por la sensación de dirección, por la certeza de estar en el buen camino. Siento satisfacción por todo lo conseguido, pero también cierto vacío y algo parecido al vértigo. Llegó la hora de la verdad que de hecho nunca fue saber los votos obtenidos sino más bien el hacer nuestra lectura y nuestro balance. Balance de cara a fuera y de cara adentro. Y cuando digo adentro no me refiero únicamente a los confines de nuestra organización sino también con nosotros mismos.
Respecto al balance hacia fuera, imagino que todxs estaremos de acuerdo en que estas elecciones las ha ganado la abstención y, de rebote, la derecha neoliberal y la ultraderecha. El conjuro zapaterista de la ambigüedad y las palabras huecas parecen empezar a tocar techo y, como muchos llevamos tiempo previendo, la ausencia de una Izquierda fuerte y creíble ha hecho que mucha gente se quede en casa o encuentre respuestas en discursos demagógicos y xenófobos. Todo ello, combinado con una gran falta de comprensión del papel que la Unión Europea tiene en nuestras vidas, ha impedido que las trabajadoras y los trabajadores, las y los inmigrantes, las mujeres, las personas mayores, los gays, las lesbianas, los trans, y en definitiva todas las personas que sufren algún tipo de explotación, opresión y/o discriminación, acudieran de forma masiva a las urnas para gritar por escrito ¡basta ya! Aunque nosotrxs, desde IA, aspiramos a ser el cortejo, la papeleta, la opción que articule toda esa rabia, somos conscientes de que aún somos demasiado “jóvenes” y pequeños. Sin embargo, el trabajo de estos meses, que culminó ayer, ha abierto una buena brecha en esa dirección, y en ese sentido hay que ser, aunque humildes y pacientes, optimistas.
El balance como organización va en esa línea. Siempre tuvimos claro que estas elecciones nos habían de servir como plataforma o altavoz para plantear un diálogo y un debate sobre la naturaleza de la crisis y sus efectos en todxs nosotrxs. En este sentido, hemos aprovechado la recogida de firmas y la campaña electoral como mecanismos para llegar a gente a la que normalmente no llegamos y plantearles la necesidad, y la urgencia, de empezar a levantar una alternativa política anticapitalista, antipatriarcal y ecologista que sea combativa, que sea irreverente y que sea rupturista. La creación de decenas de comités de apoyos, la implicación de centenares de personas en nuestra iniciativa, personas que esperamos que una vez pasadas las elecciones se queden cerca, y las redes y relaciones que hemos ido tejiendo, corroboran todas ellas que realmente hemos cumplido nuestro objetivo, el de verdad, y que nos encaramos a la siguiente etapa con más manos, con más voces, con más fuerza.
Con todo eso me quedo esta noche. Noche en la que, tras semanas de falta de sueño, de cansancio crónico, de apuesta incondicional, nos quedamos a solas sintiendo cierto miedo. Miedo porque es en este momento en el que nos preguntamos si realmente ha valido la pena: los viajes, las ausencias, los horarios frenéticos, las comidas desordenadas, el forzar la máquina, los malos humores, las noches en vela, la falta de tiempo para la familia, para lxs amigxs, para nosotros mismos… Y los 25.243 votos son sólo una fracción de la respuesta.
Mientras me miro en el espejo leo en mis propios labios que ha valido la pena porque desde ayer, aunque de manera diminuta, nuestro sueño ya aparece en el mapa de lo posible. Ha valido la pena porque hoy hay más gente que hace seis meses que reivindica el derecho a imaginar. Ha valido la pena porque hemos hecho oír nuestras voces y eso siempre anima a seguir alzándolas. Ha valido la pena porque ha sido un proceso de aprendizaje increíble que hará que la próxima vez lo hagamos un poquito mejor. Ha valido la pena porque algo aprenderemos de nuestros errores, de nuestras debilidades y de nuestros aciertos. Ha valido la pena porque hoy finalmente dejamos de preguntarnos qué hubiera pasado si no hubiéramos saltado al vacío, ya que finalmente hemos aterrizado, y el suelo está duro pero seguimos de pie y nos sentimos más fuertes. Ha valido la pena porque hoy, más que nunca, seguimos apostando por denunciar día tras día un sistema que sobrevive a costa de crear muerte: la de las personas, la del planeta, la de la imaginación. Apostamos con más fuerza por denunciarlo y combatirlo y por acercar nuestra denuncia y nuestro combate a las personas que nos rodean: a sus sueños y deseos frustrados, a su dolor, a su soledad, a su esperanza.
Por supuesto que ha valido la pena. Y es por ello que desde la humildad, desde la pasión, desde la ambición, desde la sensatez, seguiremos combatiendo. Hoy nos toca hacer (una merecida) cura de sueño, pero mañana, como alguien dijo hace poco, seguiremos intentando articular la rabia; y conjurar el desencanto. Desde abajo y a la izquierda.
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